En nuestro recorrido por Jordania, no podía faltar Petra, conocida también como la ciudad perdida y antigua capital del reino nabateo. Sin duda, el tesoro más preciado de Jordania y como no, a nivel turístico.
Petra prosperó, en el siglo VI a.C, gracias a su situación en la ruta de las caravanas, que llevaban el incienso, las especias y otros productos entre Arabia, Egipto, Siria y el sur del Mediterráneo. Pero siglos más tarde, por culpa de los movimientos sísmicos y al cambio de las rutas comerciales, los nabateos se vieron obligados a abandonar Petra, abandonando así la ciudad, que cayó en el olvido, hasta que en 1812, el explorador suizo Johann Ludwig, redescubrió Petra para el mundo occidental, de ahí la denominación “la ciudad perdida”.
La entrada a la ciudad de Petra, es a través de un estrecho cañón, llamado Siq, de más o menos un kilómetro de longitud; yo solo recuerdo, lo pequeño que te hace sentir, al pasar por él, mirando hacia arriba y admirando la combinación de colores que se pueden apreciar, a parte de su altura de 80 metros.